domingo, 3 de enero de 2010

Reflexiones sobre la Refundación de la Izquierda.

“Sin embargo, la intensidad de nuestra repulsa y la promesa de nuestra esperanza nos daban fuerzas para participar en una desigual lucha.”
Manuel Castells. Comunicación y poder.


El día 28 en el salón de actos Marcelino Camacho, se lanzó públicamente la propuesta de Izquierda Unida de afrontar un proceso de refundación/reconstrucción/reagruapación de la izquierda alternativa en su conjunto. El análisis es obvio: la izquierda está desestructurada, enfrentada y con poca capacidad de respuesta a lo que se ha venido llamando la “mayor crisis del capitalismo”. El problema viene después, claro. El problema viene en la propuesta, como siempre, eso tampoco es nuevo.

Gentes de Izquierda Unida, pero también de fuera, lanzamos el día 28 nuestra propuesta, nuestra visión del asunto. Porque más allá de todo, más allá de los errores (que los hay y seguramente los seguirá habiendo), más allá de las peleas y los desencuentros, está la realidad. Y la realidad son más de cuatro millones de paradas, es un planeta en descomposición, es que la brecha de género sigue creciendo en muchas partes del mundo, es que están echando a la gente de sus casas… Son las personas que se enjaulan en jornadas infinitas en un trabajo que odian. Es toda esa gente que hace mucho que no se cree que el cambio sea posible, que no tienen tiempo para perder su tiempo escuchando peleas que, en la mayoría de los casos son de matiz. Esa es la realidad, esa y no otra. Y aunque parezca evidente, muchas veces se nos olvida. Se nos olvida dar respuesta a las preguntas más importantes: ¿Por qué? Y ¿Para qué? Gentes de Izquierda Unida, pero también de fuera, lanzamos el día 28 nuestra propuesta.

Y seguramente no sea una propuesta espectacular, y seguramente, también, estará llena de dificultades. Pero es importante comenzar a dar pasos y éste es sólo el primero. Para que un proyecto funcione hace falta que confluyan muchos y diversos elementos: Por un lado es imprescindible el momento. Este elemento tiene que ver con el análisis del que se hablaba al principio, por lo que podríamos coincidir sin muchas dificultades en que las circunstancias históricas están de nuestra parte. Más allá de la descomposición de la izquierda de la que todas y todos, en mayor o menor medida, somos responsables, hay ejemplos que indican que el cambio está en nuestra manos. Podemos, para ello, hacer un breve repaso al panorama en América Latina, a la iniciativa de la Quinta Internacional, o si nos acercamos más al caso alemán o al caso francés. Por otro lado es necesario contar con una definición compartida del marco interpretativo. El marco que nos permita empezar a organizar el descontento entorno a una propuesta alternativa. Y es aquí donde entran en juego los Foros, y es aquí donde radica la importancia de los foros. Lugares de encuentro y de debate que posibiliten la elaboración colectiva. Espacios de construcción política que nos sean útiles para comenzar a caminar. Pero además hace falta otro elemento. Una organización que canalice todos estos debates, que estructure la propuesta y la fuerza militante para trasformar todo esto en un cambio social. Un bloque social alternativo.

Y son estos tres elementos los que deben nuclear el proceso. Un proceso que parte desde un sitio pero que, necesariamente, tiene que trascenderlo. Esto es clave y esto es lo que no podemos olvidar. No podemos caer en análisis simplistas sobre cómo está o cómo deja de estar IU. Que evidentemente forma parte de esa izquierda desestructurada que no ha sabido dar respuesta a la situación actual. Si Izquierda Unida fuera la organización con la que soñábamos de pequeñas seguramente estaríamos en un escenario diferente. Pero la realidad es que no lo es y por eso, en un gesto de compromiso y poniendo en valor los aspectos positivos con los que la organización cuenta, se ha lanzado el proceso desde ella misma, pero sabiendo que un proyecto así tiene, necesariamente que trascenderla. Trascender IU, así como trascender todas las organizaciones que no están sabiendo dar respuesta a la realidad, cada día más dramática.

Esas son las cartas, ahora descubiertas y sobre la mesa y la pregunta es ¿tendremos capacidad para afrontarla? ¿Seremos capaces de superar según qué debates y regresar a lo que de verdad importa, a la lucha por la mejora de la calidad de vida de la mayoría social? Convencida de la existencia de muchas más preguntas y de aún más respuestas y, como no podría ser de otro modo, afirmo, sinceramente que sí. Sí seremos capaces. A pesar de las dificultades, de los obstáculos y las desconfianzas: Sí. Sí porque es el momento, sí porque necesitamos un cambio, sí porque cada día es más urgente la intervención social, sí porque ha llegado la hora de que rompamos con la herencia de la derrota y seamos sujetos de nuestra transformación, sí porque las condiciones objetivas están hasta las narices de nosotras.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La crisis de la mujer posmoderna

Ultimamente hay varias palabras que suenan constantemente allá donde vaya: crisis y posmodernidad. Da igual si estoy en el metro, donde la crisis se respira (además de algunos olores que mejor me ahorro describir) en casi cada viajera o viajero al que miramos: el becario con su mp3 y sus zapatillas desgatadas; la inmigrante arrastrándose tras un sinfín de bolsas; el anciano al que nadie le cede su asiento y casi ni miran para no sentir que quizás debieran levantarse; la madre trabajadora con cara de preocupación y cansancio que disimula mal tras un poco de colorete... Y la otra palabra, posmodernidad, que resuena en cada muro de mi facultad... que si la teoría queer, que si cambio de paradigma, que si ruptura de las identidades...

El caso es que yo, como mujer joven, que mal que bien va haciendo frente a sus contradicciones, ultimamente reflexiono mucho sobre estos dos conceptos. Y reflexiono también sobre mi misma: yo como sujeto sujeta a un momento histórico que, posmodernidades a parte, es un momento bastante confuso.

Yo, una mujer joven en proceso de construcción (acaso no nos construimos durante toda nuestra vida), he llegado a la conclusión de, si bien no me arriesgo a categorizar como fenómeno generalizado, que creo que estamos siendo afectadas por "la crisis de la mujer posmoderna". ¿Y en qué consiste esta crisis? Pues yo creo que en lo que todas las crisis (quizás ya superamos la crisis de la mujer moderna y la de la ilustrada): en momentos de cambios en los que lo "antiguo" no ha terminado de marcharse y lo "nuevo" no termina de llegar.

No terminamos de romper con las definiciones que nos dió la anterior época, definiciones sobre el amor, sobre las relaciones, sobre nuestra relación con el espacio público, sobre nuestra inserción en el espacio privado... y no nos sentimos cómodas con las representaciones que se nos venden en esta época confusa. Es decir, ¿para ser una mujer liberada es necesario deshechar todo lo anterior y asumir los nuevos patrones que, (una vez más, la historia tiene la manía de moverse en círculo)se nos presentan por oposición, como antagónicos irreconciliables?

Tengo, por tanto, que deconstruir (otro término que parece estar en alza) mi sexualidad, mi identidad, mis modos de relación, mis espectativas de futuro... Y he de sustituirlos por algo así como muy leve, no?, muy naif. Una especie de todo vale.

Y en medio de todos estos pensamientos estoy yo. Yo y la parte que me niego a racionalizar de mi. Yo y mi día a día. Yo y mi torpe intento por identificar lo que está bien y lo que está mal. Yo y mi sentimiento de culpa por no ser una moderna (posmoderna) de esas que nos venden como nueva imagen triunfalista. Yo y mi "no llego a fin de mes". Yo y mi duda... Yo en la ciudad...yo y la crisis de la mujer posmoderna...